DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

viernes, 20 de junio de 2014

DANDO PASOS ADELANTE AL BORDE DEL ABISMO


DANDO PASOS ADELANTE AL BORDE DEL ABISMO

La estrategia decidida por el Gobierno, negociar con los “fondos buitre”, es la peor de las estrategias posibles y aumenta el grave riesgo de provocar un colapso financiero nacional. En vez de pagar u$s1.330 millones al contado y sin negociación, dejando en claro que lo hace contra su voluntad y acatando un fallo, el Gobierno acaba de abrir una negociación que aumenta sensiblemente el riesgo de que los propietarios de bonos de la deuda reestructurada, un 93% del total, puedan apelar a la cláusula RUFO (rights upon future offers) que obliga al gobierno a incluirlos en toda mejora de los pagos que ofrezca voluntariamente el Gobierno nacional. Ahora bien, toda negociación implica un grado de voluntad y termina en una oferta voluntaria, de manera que por no pagar u$s1.330 millones al contado durante este Gobierno se incrementan en un grado imprevisible las posibilidades de que el futuro gobierno tenga que enfrentar un nuevo default masivo de la deuda nacional. Todo ello, con el apoyo o el silencio de la oposición, algunos de cuyos integrantes exigieron correctamente que se evitara todo riesgo de default pero ahora parecen no ver lo irracional de arriesgarse a fundamentar los derechos de los poseedores de u$s120.000 millones en títulos argentinos con el solo objeto de financiar una centésima parte de esa suma.

Nada de coincidencias. En 2005, el país entero aclamaba la renegociación de la deuda encabezada por el entonces Ministro de Economía Roberto Lavagna, candidato presidencial de la UCR en 2007 y principal referente económico, hoy, del Frente Renovador de Sergio Massa.
Con la oposición de unos pocos, como yo, que señalé el carácter socialmente regresivo de esa reestructuración y las deficiencias enormes de la estrategia kirchnerista-lavagnista que llevaría a defaultear la deuda vía INDEC en 2007 y a estar de nuevo al borde del default hoy.
En carácter de “Resistiendo archivos” o “Yo te avisé”, como prefieran, les paso parte de esa crítica, que fue publicada en “Kircher y Yo- por qué no soy kirchnerista”, en 2007.




ZONCERA ECONÓMICA KIRCHNERISTA Nº15
El crecimiento de la deuda en los Noventa fue detenido por la implantación del modelo neodesarrollista-productivista. Pagando lo que se debía al FMI, nos hemos desendeudado, y no le debemos nada a nadie.

Que el aumento de la deuda pública fue uno de los puntos decisivos del colapso de la Convertibilidad 1a1 nadie puede razonablemente dudarlo. Desde 1993 a 2001, la deuda se duplicó en valores absolutos y pasó de ser el 29% del PBI a transformarse en el 54%. Que la Convertibilidad 3a1 haya solucionado el problema es cuestión bien diferente. Si se observa la realidad y no las campañas de prensa del Gobierno, se ve que el ritmo de crecimiento de la deuda es constante hasta el año 2004, y hasta se acelera en el inicio del cuatrienio kirchnerista.
Entre el fin de la Convertibilidad 1a1 (diciembre de 2001) y el fin del año 2004, después de dos años y medio de neodesarrollismo y Convertibilidad 3a1, la deuda pública nacional había pasado de de 144.453 millones de dólares a 191.296 millones, la más alta de la historia en términos absolutos, con un incremento también récord del 39,3% en dos años (2003 y 2004) en los cuales Kirchner presidió el país 19 meses sobre 24.
Un año después de esto, Videla y Menem eran los únicos responsables del endeudamiento salvaje y del gran calvario nacional y la deuda se redujo, con imprevisibles costos a futuro, mediante el paga-Dios perpetrado bajo el nombre de “reestructuración voluntaria”. Aún así, aunque el Presidente clame en las plazas que “La argentina ha pagado su deuda”[1], su monto actual (130.650 millones de dólares) es superior al del año 2.000 (us$128.018 millones). Y todo esto, sin considerar los 25.256 millones de dólares que el estado argentino les debe a los bonistas que no entraron en el canje forzoso… perdón, el canje voluntario de la deuda pública nacional, y que Argentina deberá pagar si alguna vez quiere volver a integrarse a la comunidad económica y financiera internacional. Sumando estos haberes de los bonistas rebeldes, el gráfico anterior se vería así.


A pesar del fabuloso paga-Dios, el único ahorro verdadero que ha hecho el estado argentino es el de no pagarles ahora para tener que pagarles después a los bonistas que no entraron en el canje.
Pero aún más importante que el valor total de la deuda pública es el porcentaje que representa la suma de la deuda pública y privada respecto al total del PBI, ya que las posibilidades de pagar toda deuda y sus efectos en la economía del deudor dependen de su capacidad de generar recursos. Ahora bien, ya que en este tema ha habido polémicas y acusaciones cruzadas, he decidido tomar los datos de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), insospechables de manipulación antikirchnerista desde que su directora es la diputada oficialista Mercedes Marcó del Pont. La selección de los años (una comparación entre 1991-1995 y 2001-2005 ha sido escogida por la misma FIDE).


Deuda Pública, Privada y Total en % del PBI



Deuda
Deuda
Deuda

Deuda
Deuda
Deuda

Deuda
Deuda
Deuda

Pública
Privada
Total

Pública
Privada
Total

Pública
Privada
Total












1991
30,7
4,5
35%
1992
25,6
5,4
31%
1993
27,4
8,0
35%
2001
44,8
29,2
74%
2002
127
66,3
194%
2003
113,0
46,7
160%
DIF
46%
549%
110%
DIF
397%
1128%
524%
DIF
312%
484%
351%

Deuda
Deuda
Deuda

Deuda
Deuda
Deuda





Pública
Privada
Total

Pública
Privada
Total
















1994
28,2
10,2
38%
1995
31,8
13,3
45%




2004
101
36,5
138%
2005
37,4
28,7
66%




DIF
259%
258%
259%
DIF
18%
116%
47%




Datos de la FIDE

Comparando los valores de la deuda en relación al PBI para cada año de la década actual con el correspondiente de la del noventa (1991 con 2001, por ejemplo) se obtienen datos concluyentes. En todas las comparaciones, pública, privada y total, la deuda del período 2001-2005 es mayor en relación al PBI nacional que en el período 1991-1995. Esto es así, como se ve en las últimas columnas,  aún después de la formidable reducción debida al paga-Dios. Para decirlo brevemente: la deuda total del país es en 2005 un 47% superior a la de 1995.
En uno de los casos (1992 vs. 2002), la relación (+1.128%) asciende a 11 a 1. En casi todos, duplica, triplica, cuadruplica o quintuplica la deuda del período en comparación. Y todo esto, considerando al PBI argentino en pesos argentinos constantes, ya que si se hiciera el mismo cálculo midiendo el PBI nacional en dólares (es decir: como corresponde, ya que es ésa la moneda en que se contrajeron la mayor parte de las deudas), las cuentas serían mucho peores.
En un artículo panegírico del Gobierno cuyo título es “El éxito del modelo argentino”, aparecido en la Revista Noticias como clase magistral, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz no logró, a pesar de sus esfuerzos, evitar referirse a esta situación: “Si un país debe, pongamos por caso, 2.000 millones de dólares y su tipo de cambio desciende un 50%, la suma total de su deuda en su propia moneda se duplica. Un coeficiente de endeudamiento con respecto al PIB de, digamos, un 75% —según los criterios internacionales, un coeficiente alto pero manejable— pasa, de repente, a ser del 150%, lo que supera las posibilidades de pago del país”[2].

Por supuesto, el dúo Lavagna-Kirchner sobrevoló rápidamente este detalle mediante la pesificación por decreto de las deudas que habían sido contraídas en dólares, lo que significó –como casi todas las políticas de este gobierno- pan para hoy y hambre para mañana. Cuando se presente la primera dificultad económico-financiera y Argentina deba volver a financiarse en parte, como casi todos los países, en el mercado internacional, deberán volverse a contratar préstamos en monedas duras y a tasas altísimas debido al enorme riesgo para los inversores generado por el antecedente de la pesificación de préstamos tomados en dólares y la licuación del valor en dólares del PBI argentino causado por la devaluación, que ha triplicado el costo relativo del endeudamiento futuro. Será entonces el momento en que los argentinos paguemos de la peor manera nuestras deudas impagas, después de lo cual los neodesarrollistas, nacionalistas y tercermundistas podrán seguir siendo felices insultando al demoníaco capitalismo global.


El  paga-Dios más fantástico de la historia de la humanidad


La principal maniobra con la que el Gobierno se garantizó la continuidad del crecimiento a ritmos chinos lleva todas las marcas K de fábrica: es otra política de pan para hoy y hambre mañana, se basa en la agitación patriotera, consiste en favorecer a los más ricos y poderosos mientras se aparenta defender a los más débiles y le ha juntado unánimemente la cabeza a la sociedad y la oposición argentinas.

Digámoslo sin eufemismos: la “reestructuración voluntaria de la deuda externa” no sólo fue el más fantástico paga-Dios de la historia de la humanidad sino una estafa colosal que pagaron principalmente los futuros jubilados privados argentinos y los pequeños ahorristas italianos, y que sólo preservó los intereses de los principales responsables de la crisis argentina: los organismos internacionales y el estado nacional. Los primeros, sistemáticamente culpados de todos y cada uno de los males del país por la “izquierda” populista, recuperaron sin quitas sus acreencias, en dólares y hasta por adelantado. El segundo, hosannado como legítimo representante de Dios sobre la Tierra, se ahorró 67.000 millones de dólares con el cuento de que irían a mejorar la situación de los argentinos pobres. Y bien, los ahorros debidos al más formidable paga-Dios de la Historia y el poderoso viento de cola que ha subido los precios de las mercaderías que Argentina exporta le permiten hoy a Kirchner tener un superávit con el cual financiar con subsidios que llegan a más del 50 por ciento del gasto presupuestario a sus aliados políticos y heroicos combatientes de la causa del capitalismo nacional…

Salarios bajos y subsidios altos son la norma en la economía K. Miles de millones de dólares fueron salvados de las ávidas garras de los jubilados argentinos e italianos para caer en las manos generosas de las patrias justicialista, contratista y sindical. He aquí la realidad de la promocionada recuperación: colectivos subsidiados, trenes que le cuestan al estado lo mismo que cuando eran estatales, capacitación de camioneros, autobombo publicitario, exenciones fiscales a las ganancias financieras y a las corporaciones petroleras, fondos nacionales usados para reclutar gobernadores e intendentes, todos ellos rapiñados por el estado nacional en el tan aplaudido paga-Dios perpetrado en nombre de la sagrada emergencia nacional.
La ceremonia en la que se proclamó esta estafa, a la que concurrieron tantos y tan eufóricos políticos, funcionarios, sindicalistas e intelectuales que poco faltó para que se desmandaran con una Marcha Peronista tan apoteótica como la que adornó  el default de Rodríguez Sáa, me recordó el célebre avión que transportó a los protagonistas de otra gran estafa nacional: la recuperación de las Malvinas; en el que no faltaba ni la combativa CGT ni el revolucionario trotskismo nacionalista argentino, otra exclusividad local.

¿Cómo fue posible el paga-Dios? ¿Cómo es que aún no se ha alzado una voz que lo condene y sí muchas que lo alaban como una de las “indiscutibles medidas positivas que ha tomado el gobierno nacional”? Muy simplemente: Kirchner ha sido extremadamente hábil en manipular el zombie nacionalismo argentino cambiando la identidad de los sujetos básicos de toda deuda: el deudor y el acreedor. En la realidad, la deuda pública nacional es una deuda que el Estado ha asumido con quienes le prestan dinero. En este caso, el 38,4 por ciento de la deuda estaba en manos de argentinos, que eran el principal grupo acreedor a pesar de que Kirchner, bien ayudado por la “izquierda” nacionalista, insistía e insiste en hablar de “deuda externa”. El segundo grupo nacional de acreedores, con un 15 por ciento del total, era el italiano, cuya media por propietario era, al momento del default, de alrededor de 20.000 dólares por acreedor. Es decir: se trataba de pequeños ahorristas, en su mayoría, jubilados engañados por bancos a los que sólo les importaba cobrar su comisión.
Repasemos: el estado argentino debía dinero a acreedores cuyo principal grupo era el de los argentinos, seguido por los pequeños ahorristas italianos, cuyas acreencias conjuntas constituían más de la mitad del total. Si Kirchner fuera quien dice ser y no quien es, muy poco le hubiera costado establecer que los futuros jubilados privados argentinos mantendrían el valor de sus depósitos en las AFJP que fueron obligadas a comprar bonos de la deuda por Cavallo y que todos los depósitos serían devueltos en su totalidad hasta –digamos- el valor de 30.000 dólares[3]. El dinero para pagar esta diferencia a las pequeñas víctimas del gran desfalco podría haber provenido de los grandes capitales especulativos (digamos: una quita mayor y progresiva a partir de los 200.000 dólares de acreencias), o aplicándole también la quita que se aplicó a los jubilados de aquí, de allá y de todas partes al principal corresponsable de la crisis argentina: el siempre denostado pero siempre bien guarnecido FMI.
Se puede disentir técnicamente con mi propuesta de economista diletante. Mucho más complicado es acusar de improvisado a Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ex asesor de la administración Clinton y ex vicepresidente del Banco Mundial, quien en su celebrada visita a Buenos Aires de agosto de 2005, ocasión en que el oficialismo lanzó pomposamente el Consenso de Buenos Aires, opinó que “La Argentina debería lograr una quita en la deuda con el Fondo Monetario Internacional”. Después de lo cual, tras un almuerzo de Stiglitz con su admiradora Cristina Kirchner, con el Jefe de Gabinete, Alberto Fernández y con el Presidente del Banco Central, Martín Redrado, y de una entrevista con Kirchner, el Gobierno continuó con sus declamaciones contra el maléfico Consenso de Washington y con su política habitual: considerar deudor privilegiado al FMI y no a los futuros jubilados y los pequeños ahorristas.
¿Cómo fue posible que alguien hiciera esto en medio del aplauso de los “antiimperialistas”? Muy sencillo,  insistiendo en llamar “deuda externa” a la deuda pública y exaltando ese nacionalismo paranoico que es marca de fábrica de la identidad nacional. Así, un Kirchner raramente parecido al mago David Copperfield cambió la identidad de deudores y acreedores: se trataba ahora de una deuda infame que le reclamaban no los pequeños compradores de bonos argentinos sino los usureros internacionales; y no se la reclamaban al estado estafador sino al mismísimo pueblo argentino. Desde allí, había un solo paso a la quita indiferenciada a pequeños y grandes acreedores y al pago total en dólares y por adelantado al FMI; paso que fue prontamente dado con el aplauso de la población argentina y la complicidad de la oposición, la cual –salvo escasas excepciones- no se atrevió a enfrentar al nacionalismo trucho de Kirchner y su nueva versión del gran acuerdo nacional.

La situación es simple: el estado argentino no tiene superávit sino que no paga las deudas que ha contraído. Son cosas bien distintas. A lo “ahorrado” con el “canje voluntario” de la deuda se agregan los incumplimientos actuales con los que el Gobierno “patea” deuda para adelante, con la esperanza que las cuentas de su Convertibilidad versión 2 las pague un nuevo De la Rúa. Se trata de 25.256 millones de dólares por los bonos en poder de acreedores que no entraron al canje[4]; de 13.000 millones de dólares en juicios ante el tribunal arbitral del Banco Mundial (CIADI) por parte de ex concesionarias de servicios públicos privatizados y de 2.500 millones en juicios radicados en otros tribunales internacionales. Todos ellos: con óptimas posibilidades de perderse dada la endeblez de los paga-dios argentinos. Para no hablar de los jubilados locales que cobran más de 1.000 pesos, cuyos haberes no se actualizaron ni por inflación ni a favor del derecho constitucional a la movilidad jubilatoria ni por acatamiento de las directivas de la Corte Suprema. Según datos del nada neoliberal Instituto de Desarrollo Social Argentino (IDESA), se trata de más de un millón de jubilados cuyos haberes expropiados financian el 44 por ciento del “superávit fiscal”, y que están ya en condiciones de ganarle sus juicios a la ANSES por un monto aproximado a los 9.500 millones de pesos.
También aquí, la estrategia kirchnerista consiste en pan para hoy y hambre para mañana mediante un nuevo escamoteo de las reglas del capitalismo que, ya se sabe, funcionan sólo en los países avanzados, tan aburridos, y no en la patria de los siete climas y las mil mieses y de los chicos revoleando pelotitas en los semáforos. En el país kirchnerista, lo que funciona es una nueva versión de la multiplicación de los panes y los peces a favor del capitalismo nacional: la maquinita estampa-billetes en los Setenta y los Ochenta, el endeudamiento salvaje en los Noventa, y ahora, el paga-Dios más grande de la historia de la humanidad. Sus resultados a largo plazo son tan previsibles como los que yo obtendría a corto plazo si dejara de pagar mis facturas. Cuando la Argentina vuelva a situaciones de crecimiento standard y necesite, como todo país normal, recurrir a una financiación que no le llegue de manos del magnánimo Chávez, los intereses que deberá pagar serán astronómicos. Y cuando precise que vengan al país no los fondos buitres y sus billetes apenas pasados por el lavarropas sino inversiones directas, confiables y a largo plazo, los argentinos hoy seducidos por Kirchner volverán a cargar contra su enemigo de siempre: el maléfico capitalismo internacional.



[1] Discurso de Kirchner en la Plaza del SÍ del 25/05/06.
[2] Ver Revista Noticias 09/02/07.
[3] Algo similar propuso sin éxito Raúl Zaffaroni en el fallo que avaló la pesificación: devolver los depósitos menores a 70.000 dólares (que eran el 94% del total en el momento del default) en su moneda original.
[4] Datos de la Secretaría de Finanzas.