DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

viernes, 8 de noviembre de 2013

UN PSICÓPATA EN LA FAMILIA

La secretaría de redacción de La Nación me ha informado que mi nota de noviembre no será publicada, así que la subo aquí. 
Su título es UN PSICÓPATA EN LA FAMILIA

Espero que la disfruten ;o))


UN PSICÓPATA EN LA FAMILIA

Es difícil predecir el futuro, sobre todo en un país que parece decidido a no tenerlo.  Pero algo se puede saber de él sin esfuerzo: si seguimos festejando triunfos peronistas como amaneceres de la República, algo malo va a sucedernos. No lo digo ahora, frente al hecho consumado, cuando justo un día después de que el kirchnerismo fuese declarado definitivamente muerto por el resultado electoral se despertó completamente vivo luego del fallo de la Corte. Lo dije antes, y hasta lo twitteé, ganándome las habituales acusaciones de amargo y aguafiestas por parte de quienes prefieren no saber que viven bajo un régimen y de quienes lo saben, y disfrutan de saberlo.

Probablemente soy yo, que me preocupo porque veintiséis años de destrucción peronista del principal distrito del país han llevado a que candidatos peronistas saquen en él más del ochenta por ciento de los votos. Debo ser yo, que me imagino cosas como que el Presidente de la Corte Suprema es peronista y dos de los tres senadores que acaba de elegir la “gorilísima” Capital Federal también lo son. Seguro que soy yo, que veo líneas de causalidad en donde los demás ven sólo azar y coincidencias. Seré yo, será mi paranoia, pero creo, me parece, estoy empezando a sospechar, que un psicópata se ha infiltrado en la familia. Es un tipo que le habla a la sociedad argentina como un marido golpeador a su mujer: le recuerda la felicidad de los primeros años; le hace una lista de los regalos que le hizo, le asegura que la poca dignidad que tiene se la debe a él y le recuerda que sus días más felices siempre fueron… producto de la generosidad del psicópata. Después, le jura que el que la golpeaba no era él sino otro; le promete que ahora que ha vuelto a ser él, el verdadero, no la va a golpear más, y le canta una canción en la que viene a proponerle un nuevo sueño. Aún peores son los consejos que le dan los familiares a la mujer golpeada: le aseguran que no es para tanto, le piden que no exagere, la señalan que a otras mujeres se les está cayendo el mundo encima, le mencionan la mediocridad de sus otros candidatos, la asustan con los riesgos que conlleva cualquier cambio, le sugieren que considere las trompadas como una muestra de interés y afecto, y le aconsejan que reconozca las cosas que hizo bien el marido golpeador y psicópata, porque sólo alguien como él puede gobernarla, y al fin de cuentas, la que lo eligió fue ella…

Debo ser yo, que me imagino cosas, pero en los países más o menos organizados los cínicos y los fanáticos son dos tribus separadas, y se detestan. Con impecables razones, los cínicos consideran a los fanáticos unos descerebrados que se niegan a considerar las consecuencias de sus actos. Por su parte, los fanáticos creen que los cínicos son unos desalmados que arrojaron los principios a la basura. Aquí, no. Aquí los cínicos y los fanáticos militan en el mismo partido, el del psicópata. Son la misma persona, muchas veces. Comienza el fanático diciendo que la Argentina protagoniza una revolución distribucionista, y cuando le observan que la pobreza bien medida es superior a la media de los Noventa y le señalan que el Partido Populista se está robando todo de nuevo, el fanático vira rápidamente al modo cínico y dice algo así como: “¿Y qué querés, papá? Siempre hubo pobres. Y se necesita teca para hacer política. ¿En qué mundo vivís, y qué intereses defendés, cipayo?”. O empieza el cínico diciendo que después de todo el poder real no lo tiene el pobre Gobierno, que hace lo que puede, sino las corpos, y cuando le demuestran que éste ha sido el Gobierno más concentrador de poder de la Historia de la democracia argentina sale el fanático y dice: “Sí. Claro. ¿Y qué? ¿Está mal? Acá, si no los tenés cortitos, no podés gobernar. Y ahora vamos a ir por todo. Si no te gusta, armá un partido”. Entonces, los asombrados neuróticos argentinos nos quedamos estupefactos, mudos, ante esos saltos mortales del fanatismo al cinismo, ida y vuelta, que sólo el psicópata sabe dar. Y muchos permanecen así por siempre, como paralizados en torno a la pregunta incorrecta: “¿Son, o se hacen?”. El fanático responde “Soy”. El cínico dice “Me hago”. Y los neuróticos se confunden. Debe ser por eso que, en la confusión, le votan los candidatos que el psicópata necesita, y las leyes que el psicópata propone, y los fallos que el psicópata desea. Después, deciden que su verdadero enemigo no es el psicópata sino quienes lo denuncian; esos agoreros que quieren que al país le vaya mal...

Es por esto también, probablemente, que los jueces que fallaron a favor de la completa constitucionalidad de la ley de medios no repararon en su cláusula secreta, chevronista; esa que dice que sus 166 artículos sólo se aplicarán contra los enemigos del Gobierno. O quizás crean que los fallos de la Corte se cumplen y el Riachuelo está limpio, los jubilados cobran el 82% y las editoriales independientes reciben una pauta publicitaria igual a las oficialistas. Seguramente están convencidos de que la libertad está mejor garantizada si el Gobierno que destruyó el INDEC, montó Fútbol para Todos e hizo de los medios bajo su control un experimento de clonación de 678 tiene aún más poder del que logró acumular en la década ganada. O pensarán, acaso, que darle un hacha a Jack el Destripador y recomendarle que sólo la use para talar árboles constituye un pleno cumplimiento de sus deberes. Acaso sueñan que viven en Suecia y gobierna Olof Palme, y actúan de este modo para no inmiscuirse en política, excepto para sacar semejante fallo en el momento más conveniente para el Gobierno. Será así, no digo que no, será la maldición de Sobremonte, será la mala suerte; pero no he visto a Lorenzetti, ni a Zaffaroni, ni a Petracchi, ni a Highton de Nolasco tomando sol en bermudas en la Vuelta de Rocha, listos para darse un chapuzón en el Riachuelo-Chernobyl que supimos conseguir entre todos y todas. Tampoco los he visto prestarse a que el Gobierno avance sobre el presupuesto de la Corte con la misma superficialidad con que han dejado nuestra libertad de expresión en manos de quienes la recortan, suprimen y amenazan.

Un psicópata se ha infiltrado en la familia. Y la política argentina se está reduciendo a decidir la actitud que debe adoptarse frente a él. Unírsele, para disfrutar los beneficios. Aliarse, para sacar ventaja. Entregarse, para que no se enoje. Hacer como si no existiese, para poder seguir viviendo. O plantarse, y que sea lo que Dios quiera. Antes de decidirlo, habrá que tener en cuenta que los psicópatas, como los tiburones, nunca duermen. No importa cuánto poder acumulen, jamás les parece suficiente. Y siempre van por más, especialmente cuando comprenden que la víctima no quiere defenderse. Por eso el fallo de la Corte no fue –no podía ser- el único delirio psicotizante de la semana, ya que para que el psicópata pueda hacer bien su trabajo la pérdida de la noción de realidad debe ser absoluta. De manera que el actual Ministro de Defensa, Agustín Rossi, tuvo a bien ofrecernos -según una idea ya abusada por la revista fascista Cabildo- un mapamundi en el cual la Argentina ocupa el centro, y lo presentó de la mano del general Milani, ese demócrata; confirmando que entre el Partido Populista y el Partido Militar siempre han sido mayores los acuerdos que los desacuerdos.


Así, gracias a Rossi y a Milani, a Moreno y Lorenzetti, los argentinos podemos ser felices sin más trámites. El mapa de Rossi proclama que no es necesario convertirnos en un país avanzado para estar en el centro del mundo. El INDEC de Moreno nos garantiza que la pobreza sea menor que en Suecia. Y la constitucionalidad de la ley de medios nos promete un  brillante provenir de libertades y derechos. Que ese mismo domingo, el propio Presidente de la Corte haya declarado que por el Norte argentino “circulan caravanas de cien vehículos armados que nadie puede parar” pasó desapercibido en un país afectado por el síndrome de Estocolmo, único elemento de la realidad que conecta esta Argentina sometida al psicópata con Suecia.