DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

miércoles, 14 de febrero de 2007

EPIDEMIA DE BIGOTES

(publicada en Noticias 09/02/07)

Una de dos. O uno: Kirchner y Moreno tienen razón y la mejor forma de controlar la inflación es “poniendo lo que hay que poner”, es decir -disculpen la expresión- la pistola sobre la mesa. De manera que hay que seguir apretando empresarios, prohibiendo exportaciones, subsidiando a diestra y siniestra según el sagrado entender del señor Moreno y echando a funcionarios díscolos del INDEC para poner en su lugar a otros dispuestos a jurar que la inflación de enero fue del 1,1%. Si esto es así, entonces las leyes de la economía que valen para todo el mundo no se aplican en la Argentina. Si esto es así, entonces la mayoría de los gobernantes de los países que funcionan razonablemente bien, quienes suelen creer que los precios se controlan manteniendo una paridad cambiaria racional, evitando la formación de monopolios y obligando a las empresas nacionales a competir con las extranjeras, son unos idiotas. O dos: Kirchner y Moreno se equivocan. En cuyo caso nos esperan días aciagos apenas suban las tasas financieras internacionales y/o cese el viento de cola que desde febrero de 2002 ha incrementado más del 77% los precios de las materias primas que Argentina exporta al mercado mundial.

Sin necesidad de catástrofes, los efectos de las estrategias esquizofrénicas que congelan las tarifas de la telefonía fija al mismo tiempo que garantizan a las empresas un régimen monopólico que divide al país en dos mitades, son ya perfectamente observables: tasas de inversión muy por debajo de las de Brasil, Chile y Méjico e indignas de un país que crece al 9% sobre la base de la capacidad ya instalada, pésima orientación de las escasas inversiones (dirigidas a construcciones sin capacidad reproductiva), cuellos de botella en sectores clave como energía e infraestructura, y una economía sustentada, nada casualmente, en tres sectores que pagan costos y salarios en pesos y venden a precios en dólares superiores a los de la Convertibilidad: automotores, inmuebles para la clase alta y complejos exportadores primarios (soja y petróleo, en especial).

Tampoco parece casual que en un Gobierno aparentemente ajeno a la liturgia militar haya proliferado semejante epidemia de bigotes. Lejos de ser anecdótico, resulta perfectamente coherente con una ideología militarista que transforma los funcionarios en ¨cuadros¨, que concibe la política como pulseada contra los enemigos, que alardea permanentemente sobre quién tiene el cañón más grande y cree que las órdenes del comandante en jefe bastan para domar eternamente la inflación.

Fernando A. Iglesias

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